Saturday, January 28, 2006

Vacaciones atlánticas


Cuando empieza el verano la imagen de la playa comienza a instalarse en nuestras cabezas y nuestros corazones. Una leve brisa nos recuerda el aire de mar que hacemucho que no respiramos, el sol nos lleva de improviso a la toallita sobre la arena y el retumbar del bondi ya nos parece un revoltijo de ola... Todo nos acerca al mar y sus glorias.
Después de unos cuantos días de penar en la ciudad, se parte finalmente. Un bolso cargado de sabe Dios qué cosa, porque en verano, y sobre todo en la playa, se necesita realmente poco para sobrevivir (y es eso justamente lo que nos hace felices), y las ganas del sol, la arena, y el mar nso acompañan a Retiro.
Es acá donde empieza...
Docenas de personas que van que vienen, que te pasan por encima, que se agolpan por meter sus bolsos en el micro, para qué, no losé, si después quedan atrás de todo y te lo hacen pelota poniendole encima otros bolsos...
Pero no importa, vamos rumbo al mar, nada puede arruinar eso...
Llegamos... ¡¡¡Llegamos!!! Mientras entramos al hotel nos estamos sacando la ropa, mientras abrimos el bolso nos ponemos la malla y así, a los saltos, llegamos a la puerta del hotel, todavía poniéndonos las alpargatas y a correr!!! El mar espera!!! Ganamos la playa en una carrera que nos deja sin aliento (ya no somos tan pequeños saltamontes) y nos sacamos las alapargatas para sentir la arena sin dejra de correr (lo que casi logra que nos matemos y nos gana las miradas de tooooooda la playa). Con una mirada de maravilla increíble nos tragamos el paisaje como si fuera la primera vez que estamos ahí, y en un acto de coraje inaudito... ¡¡¡Nos metemos al mar!!! Convencidos de que el primer día lo amerita y con la convicción de que en las costas argentinas el primer día de sol puede ser el útlimo, salimos temblando y casi azules, pero felices.
Y así se persiguen los días: se corren unos a otros y nos parece que nunca duran lo suficiente...
Ah! Las aventuras playeras: el vivo que llega a la playa a las 12:30 y te planta la sombrilla justo enfrente tuyo, la gorda de 100 kilos con bikini, el mismo vivo de las 12:30 a las 5:30 hecho tomate porque no se puso bronceador, la que sacude la toalla al viento y te tira toda la arena, los nenes que corren entre la gente tirando arena, el día de 40º y el agua de -40º, el agua de 20º y el pozo gigante con la corriente que te tira hacia adentro, las noches viento frío que calan sobre la piel bronceada, la lluvia torrencial inesperada, el de la guitarra y las canciones de sui generis, los que juegan al fútbol con marea alta... No si las vacaciones en las costas argentinas son toda una aventura...
Pero aun así cuando volvemos nos parec poco, lo extrañamos y ya queremos volver...

Friday, January 20, 2006

Arde la ciudad

Es la una de la tarde. Adentro está fresquito, eso dicen los muchachos. Mirás por la ventana y el día está precioso, y decidís salir a comer afuera, a respirar aire, porque esto de ser una extensión de la computadora te está matando y los chistes de oficina del estilo ¡Qué calentitos que estamos hoy! o ¡Cómo calienta el ambiente!, ya no los soportás más. Te decís con entusiasmo, como tratando de convencerte Si, si, si ¡¡¡¡Vamos al contacto con la naturaleza!!!! Es eso o aguantar que tus compañeritos te estén mirando toda la tarde el corpiño que te pusiste y que se trasparenta por debajo de la remera que te calzaste a la mañana (Es que la ropa de verano viene cada vez más liviana, te gusta decir). Y pensás Un poco de color no me va a venir mal... Y decidís salir a caminar por las calles de Buenos Aires que tiene ese no sé que ¿viste?. Pero pequeño inconveniente: entraste a la oficina a las ocho, cuando la radio dijo que hacía veinte grados... Claro, no calculaste y creíste que el calor que venía de la puerta que la gente dejaba ir y venir, era tan sólo una ráfaga de viento norte. Y ni bien pisás la vereda, tus pies se derriten, hacés dos pasos y las ampollas que tenés en los pies ya no dan, y de repente, como quien no quiere la cosa: milagro: como si una pequeña lucesita te iluminara desde el cielo, cae algo frío y te parás en el medio de la cuadra (mientras algún pedazo de gil apurado te putea), y decís Llueve con sol, se casa una vieja, mientras sacás el paraguas de la cartera puteándo (uno nunca sabe, por las dudas) y vés que la gente te mira raro y lo guardás. Ahora mirás el cielo, pero ¡¡¡¡¡quéeee coooosa!!!!! no hay nubes, el sol raja la tierra... Y te mirás la ropa: está mojada y mirás la vereda, que está mojada y decís Es medio tarde para regar las plantas y medio temprano para carnabal; y mirás para arriba y no hay nada, sólo un balcón. Te corrés, porque un poco viene bien, pero tampoco para sacar el jabón y darte una ducha... y lo vés, si, lo vés a ese hijo de su soberana madre que te está relojeando desde el balcón y te decís: ¿Pero porqué corno no meten esa manguera adentro? ¿No ven que es peligrosa si la dejan afuera? ¿Cómo es posible que hayan tantas mangeras afuera en la ciudad? ¿Cómo? Con el sudor pegajoso, la gente malhumorada, los colectivos hirviéndo como el infierno, los espejismos del asfalto y el aire caliente del ventilador, alcanza... ¿A quién se le ocurre en el nombre de todos los dioses que los seres humanos podemos sobrevivir a más de cuarenta grados centígrados? Y tener que salir medio en bolas y que ya no te importen ni los pelos ni los rollos que se escapan por debajo de la remera, es también suficiente... Pero ¿Es posible que exista algo peor? ¿Puede haber algo más molesto que todo esto junto?...
Si señores, si señoras, hay algo peor... Que con total impunidad te escupa un maldito aparato desde un primer piso...

Myna

MIMOS EN EL ORTO

Un poderoso interrogante ha recorrido nuestras mentes desde el inicio de nuestras vidas: ¿Qué fuerza obscura determina a una persona ser Mimo?
La verdad, no se sabe, es decir, se sabe que existe un lado obscuro de la fuerza. Sin embargo, la cualidad de ser mimo sobrepasa tal categoría. Puedo entender que haya malabaristas porque, mal que mal, se necesita una destreza física; puedo, siendo más amplio de mente, considerar que se quiera ser payaso. He escuchado a personas (no muy drogadas) decir que ven en ello un cierto aire chaplinesco (¡Tsunami de chanes!)
Sin embargo, lo que más nos preocupa es la chatez del mimo: la expresión "Voy a ser mimo", sin dejar de ser patética, es aterradora. Uno preguntaría, ¿Vas a dedicar tu vida a no hacer nada? ¿A no ser nada? He aquí el nudo: un mimo no piensa, no tiene ningún matíz racional. No es que decide suspender el constante devenir de la vida (mientras ¿actúa?) para dedicarse a pensar en asuntos altaneros, ¡ni egoístas al menos! No, se queda allí, estático.
Que respeto se merece una vida cuyo problema central sea "Cómo hago para averiguar dónde está la puerta en esta pared" o "Trepo, trepo, trepo, pero no llego a ningún lado" o peor "¡¡No me rompan el vidrio!!"
¡¡¡Baaaassssstttttaaaaa!!!
Yo propongo, a título personal, exclusivamente, el exterminio total del clan de mimos. Cualquier arma servirá, es más, ¡ahorquémoslos con sus propias sogas! Vale la aclaración: si sufren, mucho mejor.
Dejemos para otro capítulo la sublimación mímica, a saber, las Estatuas Vivientes. Les adelanto, la conclusión es la misma.
Me despido con un chiste de Haffner:
-Un mimo le pregunta a otro
...
-Y el otro le contesta:
...
(Imposible seguir después de esto)
Orlando Torrecuadrada.

Monday, January 16, 2006

Oda a los farmacéuticos.

Señores, quiero empezar denunciando la pelea más vil que ha tenido lugar en la historia, a saber, el encono eterno de los Médicos que le proliferan a los Farmacéuticos.
Ávidos de poder, aquellos se encargan de diagnosticar a pobres enfermos, medicinas incomprensibles (ya es vox populi el proverbio: cualquier médico que se muere va a ser rata del laboratorio para el que trabajaba). Lo cierto, amigos, es que los médicos nos menosprecian: ¡¡Jamás nos dicen el nombre del medicamento!! Siempre dicen lo mismo, "Te voy a dar un jarabe para esa tos porque no me gusta, para que te afloje la flema" (y uno no sabe si lo que no le gusta es la tos o el jarabe) o "Hay que bajar esa fiebre como sea y después tomate ésto tres veces por día" (y nos dan un papel con tres líneas, ¡¡literalmente líneas!! Aparte, ¿por qué dicen "ésto"? ¡¡Lo único que les falta es agarrarse las bolas!!)
Entonces, uno llega a la farmacia vituperado y lo atiende un muchacho o muchacha con un sonrisa. Hay un doble motivo para esa sonrisa: el primero, y fundamental, sabe que del otro lado del mostrador existe una preocupación por una enfermedad X; el segundo, enfrenta otro desafío para comprender lo que el médico quizo decir cuando escribió las tres líneas. Aquí se refleja la grandeza del Farmacéutico. Porque éste, sin preguntar absolutamente nada, se dirige a las góndolas para traernos el medicamento añorado.
Uno tiene una vaga idea de lo que necesita, porque escuchó, nunca de la boca del médico, que la solución a su enfermedad tiene un nombre que termina en "Ina". Pero lo que uno no sabe es lo que se va a terminar comprando. Puede ser que le vendan Morfina, Trifamoxilina, Anfetaminas o, simplemente, la vieja y conocida Aspirina.
Sin embargo, el Farmacéutico sabe que es lo que necesitamos. Sin hacer ningún tipo de curso para la comprensión de la Letra de Médico (que es lo mismo que decir Letra de Mierda), tiene perfectamente en claro lo que significa cada una de esas tres líneas: una leve inclinación hacia arriba o hacia abajo, una línea entrecortada, una panza en la mitad de la línea o una raya perpendicular son suficientes para descifrar el criptograma. Uno, vagando todavía en mares de desconsuelo e incertidumbre, termina por confesarle al Farmacéutico su pesar: Tengo algo de fiebre, tos y me duele un poco la garganta, ¿ésto es para eso? Por favor, exploren su memoria, viertan sus aguas en los manantiales del recuerdo y confirmen si he de tener razón o no: el Farmacéutico baja un segundo la mirada hacia la caja, resopla de victoria, sonríe y dice un estoico Sí. A partir de éste momento uno se siente aliviado y propenso para combatir el mal.
Damas y Caballeros, aunémonos en un saludo proverbial, pongámonos de pie para aplaudir a los Farmacéuticos. ¡A ustedes les debemos nuestra salud, nuestra integridad. Ustedes nos reinvindican de los menosprecios de los médicos! ¡Muerte a los médicos! ¡Vivan los Farmacéuticos! ¡Vivan los Farmacéuticos! ¡Vivan los Farmacéuticos!
Orlando Torrecuadrada. 16-01-06